La felicidad incompleta

Me gusta el fútbol. No lo puedo ni lo quiero remediar. Tengo la capacidad de abstraerme en las épocas difíciles, especialmente cuando el buen juego desaparece, cuando los dirigentes de los equipos deciden ser protagonistas o cuando los árbitros acaban por desquiciar la paciencia humana.
La selección española, con lo mejor de cada club, con lo mejor de cada autonomía, siempre versión entrenador que es a quien le corresponde, nos ha regalado un Mundial. No a los millones de españoles que vivimos dentro o fuera de nuestras fronteras administrativas sino a los aficionados al buen juego, al fútbol con mayúsculas.
Ayer todos paseabamos en ese autobús que conducían a los jugadores de la Roja a entregar el trofeo a la afición. Los mismos que el domingo vivían con angustia el juego marrullero y sucio de Holanda con entradas parecidas a llaves de judo y otros placajes de rugby. La justicia del dios del fútbol, a veces tan despitado como en el Barcelona-Inter, se impuso.
Pero la felicidad de estos días ha sido incompleta.
El PGOU de Málaga vuelve a la aprobación provisional y me cuesta apartarme de mis obligaciones devocionales, de mi visión socialista de la sociedad y de mi ciudad. Me cuesta entender la actitud irresponsable del PP, buscando la confrontación política y el retraso de los plazos de aprobación del Plan General. No entiendo como desde el sectarismo de la búsqueda de unos pocos votos no dudan en perjudicar, no a la Junta de Andalucía, sino a la ciudad de Málaga, a sus ciudadanos y a las empresas malagueñas que generan empleo y riqueza.

Llevamos 8 años eleaborando un PGOU que ha costado ya 8 millones de euros, en la segunda ciudad más endeudada por habitante de España. El PP ha mantenido durante 3 años un absurdo juego de deslealtad y de incumplimiento de unos informes que son ley. Un retraso injustificado que ha perjudicado notablemente al empleo en el sector de la construcción en los años que más licencias de obras se estaban generando en la ciudad de Málaga.
Tras estos tres años de sinrazón un acuerdo con la consejera de Obras Públicas de la Junta Rosa Aguilare para el cumplimiento de la legalidad contemplada en los informes sectoriales posibilita la protección de Arraijanal, la playa de Guadalmar, el único tramo libre de edificación de Málaga en la que el alcalde del Pp había puesto sus ojos y un convenio para obtener 28 millones de euros.
Del acuerdo político entre administraciones también se ha sacado suelos para la ciudad hospitalaria que nos puede situar como ciudad de referencia en la atención e investigación médica de Europa. En este caso nuevamente la ceguera del partidismo hacía que el alcalde del PP se negara a que la Junta de Andalucía desarrollara este proyecto bueno para Málaga y Andalucía pero malo para sus intereses electorales.
El acuerdo también ha servido para intentar regularizar las viviendas de la sierra de Churriana, la eliminación el puerto seco en Santa Rosalía, evitar la construcción de una nueva central de ciclo combinado en Málaga, construir al norte de la ronda este o evitar que las zonas inundables se conviertan en zonas residenciales como pretendía la derecha especuladora que gobierna la ciudad.
Durante años hemos presenciado con asombro e incredulidad como el PP situaba el urbanismo de Málaga en la inseguridad jurídica como si fuesemos una república bananera en la que los derechos y deberes de los propietarios quedase en manos del gobernador de turno. Con este acuerdo se recupera la cordura aunque no sabemos por cuanto tiempo.

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