Agosto y los Flavios, Vespasiano, Tito y Domiciano


Vespasiano (69-79 d.C), el primer emperador romano de la Dinastía Flavia, de origen humilde se ganó un nombre entre los generales romanos tras las interminables guerras de expansión de Roma (Britania o Judea) y llegó al poder del imperio después de una guerra interna entre las facciones que trataban de ocupar el púrpura tras Nerón, el último emperador pertenenciente a los Julio-Claudios. Fue considerado como un gran administrador que prosiguió con la política de Nerón de reconstrucción del Foro de Roma, tras los continuos incendios que habían asolado la capital del Imperio. Ni la expulsión de los cínicos de Roma ni su impuesto al uso de la orina como producto industrial para limpiar las togas lo hicieron pasar a la historia pero si sus obras públicas como la que se inició bajo su mandato, el Anfiteatro Flavio, más conocido como el Coliseum, dado que en sus inmediaciones se encontraba una grandiosa escultura de Nerón. Fue su hijo Tito (79 d.C-81 d.C), emperador tras el fallecimiento de Vespasiano, el que inauguró aquel inmenso anfiteatro de dimensiones hasta entonces desconocidas que acabó por vincularse a la historia de la ciudad de Roma, y hasta de la continuidad del mundo. Tito había sido lugarteniente de su padre en las guerras de Judea y consiguió tomar el Templo de Jerusalem, llevando a Roma los tesoros expoliados al Templo que fueron paseados por las calles de Roma desde el Foro al Templo de Júpiter en el Capitolio. Aún queda en pie cerca del Coliseum el Arco de Tito en cuyos relieves pueden verse episodios de la toma del Templo.
Se nota la llegada del mes de agosto, y que hoy sábado, 2 de agosto, por fin dispongo de una hora para releer algunos pasajes de la historia, al margen de la política malagueña. Para algunos una perdida de tiempo ¡qué improductivo, verdad?
Habrá llegado el momento de volver a Roma? Siempre recordaré aquel viaje que me llevó a decantarme por inicar estudios de historia. A veces las decisiones en la vida responden a caprichos del destino que a esas edades acaban por condicionar tu posterior existencia. Mi pasión por las "piedras viejas" empezó ahí y media vida mía después continúa llevándome a ver las ruinas como los cimientos de las torres de cemento y cristal, sin cuya existencia nada hubiese sido posible.

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