Gomorra de Roberto Saviano

Gomorra me atrajo. Quizás por la realidad que encierra, por la difusión mediática o por la tragedia que persigue a su autor. La verdad. En las primeras cincuenta páginas no me ha defraudado. La traducción hace que la literatura resista y se mezcle con la crudeza del relato.

Nunca he entendido realmente que es un best seller. De hecho suelo esperar a que la gloria y la fama de la crítica y primeros lectores se torne opaca. No persigo hablar durante la sobremesa de ningún libro ni participar en una tertulia literaria. No es que me suponga un suplicio sino que no se encuentra entre mis costumbres.

Espero a las ediciones de bolsillo, a las tapas de cartón y al papel áspero. Me encantaban las librerias de segunda mano que existían por la ciudad de Málaga, leía dedicatorias y anotaciones de aquellos que suelen interpretar los versos o señalan ideas que consideran fundamentales del autor. También he participado de los préstamos de bibliotecas públicas cuando el espacio se convirtió en un problema de almacenamiento aunque es un ejercicio que tampoco práctico.

Selecciono las lecturas según los estados de ánimo, según la temática preferida y suelo tener reservas para aquellos momentos en los que la lectura se convierten en mecanismo de evasión. Cuando la aridez de los expedientes administrativos han llegado a colapsar la imaginación.

Tras Gomorra, un nuevo clásico de la novela negra. Me espera una cita con William Irish "no quisiera estar en sus zapatos" para regresar al "urbanismo utópico" de Eduard Soja o Francesc Muñoz. Fórmulas de sostenibilidad aplicadas en las grandes urbes y que mientras permanezcan el PP en Málaga persistirá la percepción de una ciudad de oportunidades perdidas.

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