Los esclavos del siglo XXI

Reportaje del PAIS Semanal

Esclavitud en el siglo XXI
De acuerdo con el último Informe sobre tráfico humano del Departamento de Estado de Estados Unidos, entre 600.000 y 800.000 personas son traficadas cada año; el 80%, mujeres y niñas; el 50%, menores, a través de las fronteras internacionales. La organización antiesclavista Free the Slaves estima que, de su explotación, los traficantes de personas podrían obtener un beneficio de 32.000 millones de dólares cada año, sólo superado por el tráfico de armas y drogas.

El panorama resulta inquietante. En 2003, por ejemplo, unas 400.000 personas fueron compradas desde Europa oriental para trabajar en la industria del sexo, la agricultura o el procesamiento de alimentos. Las redes venden mujeres y niñas desde Europa del Este y Suramérica para su explotación sexual en varios países europeos. España es un destino destacado, donde el número de redes desarticuladas -333 en 2005 y 429 en 2006, según el Ministerio del Interior- aumenta cada año. Mujeres y niños son secuestrados en Afganistán y vendidos como servidumbre sexual o laboral en países como Arabia Saudí, Irán y Pakistán. En Mauritania, los niños son obligados a mendigar durante 12 horas por los líderes religiosos locales, los marabouts; en Brasil, ocultos en la selva amazónica, entre 40.000 y 50.000 esclavos trabajan cortando madera, procesando carne o en las minas de oro. En Indonesia, los niños son secuestrados por pescadores para la fabricación de redes. Japón es uno de los destinos principales para las mujeres traficadas para su explotación sexual: el Gobierno proporciona entrada legal bajo una "visa de entretenimiento" a más de 120.000 mujeres cada año, dejando paso a una nueva remesa de mujeres, forzadas a prostituirse en la mayoría de los casos. En la India, Nepal y Pakistán, la esclavitud laboral y el campo, en los terrenos y canteras, atrapa entre diez y doce millones de personas. Y en Ghana hay casos documentados de esclavos que trabajan en las plantaciones de chocolate.

El año 2007 es el que marca el bicentenario de la abolición del comercio de esclavos en el Imperio Británico desde que la Cámara de los Comunes en Gran Bretaña firmara el acta en 1807; dos siglos después, la situación ha empeorado claramente. La Organización Internacional del Trabajo de Naciones Unidas estima que existen en el mundo 12,3 millones de personas que padecen esclavitud. Y es una estimación conservadora. Las organizaciones locales, sobre el terreno, elevan esta cifra hasta los 27 millones. Una cantidad que "dobla el número de todos los que fueron robados de África durante los 300 años que duró el tráfico de esclavos", asegura Kevin Bales, profesor de Sociología de la Universidad Roehampton en Londres y presidente de Free the Slaves. Esta ONG se dedica, junto a otras asociaciones locales -cuyos responsables son calificados por Bales como "los héroes anónimos"-, a descubrir y liberar esclavos allí donde existen.

Bales está considerado como el mayor experto del mundo en esclavitud moderna. Ha viajado por África, la India y Nepal, entre muchos otros, recogiendo y estudiando centenares de casos. Su libro Disposable People fue candidato al Premio Pulitzer en 1999. Su última obra, Ending Slavery (Acabar con la esclavitud, California University Press), acaba de publicarse en Estados Unidos. La esclavitud no se concebía como tal hace 10 años, explica el autor, cuando era casi imposible encontrar a una persona que creyera que existen millones de esclavos a finales del siglo XX.

La imagen enganchada en la mente popular presenta al esclavo como una persona con los grilletes puestos vendida como mercancía. Pero la esclavitud, que nos acompaña desde hace al menos 5.000 años, se convierte en el siglo XXI en una epidemia que adopta mil rostros diferentes.

Desde la perspectiva occidental, los esclavos parecen relegados al Tercer Mundo -100.000 niños soldado son regularmente drogados y entrenados para matar en países como Uganda o Sudán, entre otros-, pero lo cierto es que el Tercer Mundo también está exportando esclavos a los países ricos. En París, según Bales, podrían existir 3.000 esclavos domésticos. Fue él quien descubrió el caso de Seba, una chica de Malí liberada en 1992. Con tan sólo ocho años, fue trasladada a París con la promesa de una educación y estuvo trabajando durante 14 años como esclava en una casa, sometida a torturas y vejaciones por un matrimonio francés.

En España existe esclavitud sexual y laboral. Las cifras oficiales hablan de 1.337 víctimas esclavizadas sexualmente que presentaron denuncia y 681 casos oficiales de esclavos laborales en 2005, según el informe del Departamento de Estado de Estados Unidos. El fallecimiento reciente de un trabajador rumano en Madrid aplastado por un ascensor destapó la situación de varios compatriotas suyos que trabajaron en una obra durante 12 horas diarias durante un mes, sin contrato ni remuneración. En Estados Unidos, las redes de tráfico humano propician la entrada anual de 17.000 personas que terminan convirtiéndose en esclavas sexuales o laborales.

¿Cómo es posible que la esclavitud, a pesar de ser ilegal, haya alcanzado un florecimiento en el siglo XXI absolutamente desconcertante? Existen varias razones que ayudan a explicarlo.

Una de ellas es la explosión demográfica: la población mundial ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos 50 años, especialmente en los países más pobres. El mundo ha pasado de albergar 2.500 millones de seres humanos a unos 6.700 millones en la actualidad. Esto ha creado una potencial bolsa de esclavos entre la gente con menos recursos y el precio de los esclavos ha bajado consecuentemente. Estudios históricos sugieren que el valor de un esclavo para un terrateniente en los Estados Unidos de 1850 podría ser equivalente a 40.000 dólares, mientras que ahora se comercia a razón de unos cien dólares por persona.

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